Has horadado mi verbo,
en una sinfonía inútil de máculas
que ávidas vibraban en todo mi ser,
y ahora el cúmulo de tu desdén
desborda mis aristas de abismos
por el derribo de tus desidias,
cuando no estás
en mi piel de océano.
Y vuela el anhelo prohibido
en tus caderas de triunfo,
sobre mi carne desnuda
desprotegida de un amor tan profundo.
Horadaste hasta el último centímetro
vomitando herejes en mis muslos,
y silabeas ternuras imposibles
en mis sinalefas heridas de muerte,
pues sin ti la caricia se hace silencio.
Ahora la voz se hace noche,
y abrasa la urgencia existencial
de todo tu ser en mi dermis,
y el reciproco frenesí de este infierno
es celestial techo que me perfuma,
pero es estéril mi pluma
y el hogar adolece sin sueños.
Arwen
Licencia Creative Commons
No hay comentarios:
Publicar un comentario